Micción

  En la solemne serenidad de aquel sofocante sábado, subió a sembrar esperanzas a la sombra de un sicomoro. Sus seguidores, ya sentados, le esperaban sedientos de su conocida sabiduría. Susurrando al principio, el príncipe de los cielos esparció semillas de buenaventuranza, asegurando un escabel a quienes siguieran sus sabias enseñanzas. Súbitamente, uno de los discipulos de más corta edad se separó, y junto a la sombra de aquel frondoso sicomoro decidió satisfacer la imperiosa necesidad de soltar sus aguas. Sus sorprendidos condiscípulos  condenaron la acción, abucheando al sonrojado secuaz del sabio orador. La respuesta de éste no se hizo esperar e, incorporándose de un salto, sostuvo con sus seguidores la siguiente conversación:

 

-¡Sonsos! ¿Acaso no sabeis sosegar vuestra soez bocaza? De cierto os digo que este niño está más cerca del cielo que cualesquiera de vosotros, insensatos sembradores de suspicacias.

¿Cuál es tu nombre, hijo?- consultó, acercándose al apesadumbrado responsable de la micción.

-Simón, señor.

-¡Simón! ¿Podrías decirles a estos insulsos la razón de tu actuar?

-Simplemente sentí ganas de expulsar mis aguas, señor.

-¡Expulsar sus aguas!-replicó riendo uno de los barbudos seguidores de la palabra.

-Sinceramente, os digo, que este Simón es un ser divino. Habiendo escuchado mis palabras sintió la majestuosa necesidad de salpicar este sediento sicomoro con sus aguas, brindándole sencilla satisfacción a ambos. De eso le he venido a hablar estos días. De la felicidad capaz de entregar un acto sencillo y a la vez majestuoso.

  Habiendo terminado de decir estas palabras, se levantó del escabel y, sosteniendo con la siniestra sus simples ropajos, procedió a satisfacer su propia necesidad de micción, frente a sus asombrados discípulos, a la sombra del expectador sicomoro, bajo el caluroso sol de aquel desasosegado sábado.

2 comentarios:

Saint Jarh dijo...

Execlente texto apócrifo según San t3b4n. Se lo recomendaré al Papa.

LauraAve dijo...

Disfrute mucho leerlo.

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